¿Qué corona tienen los regios?

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Domingo 27 de enero del 2013 | 00:09

Basta de decencia

Estoy muy confundido con toda esta histeria anti-racista, anti-clasista o anti-discriminacionista que ataca Lima. 

¿De qué clase son esos blanquitos de los que, según Marcus Tulius, se ha rodeado la campaña por el NO? 

¿De qué raza exactamente son esas señoras sanjuaninas que ahora llegan a lavar ropa a La Molina a una velocidad nunca antes vista?


Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Estoy comenzando a sospechar que acá nada tienen que ver la raza ni la clase. 

Es esta una bronquita completamente infantil, ridícula, escolar. 

Una enemistad de clase, sí, pero de salón de clase. 

No me extrañaría que, así como se descalifican entre sí por amarillos o verdes, mañana salieran a decir: “¡Ajjj! ¡La alcaldesa se ha rodeado de gordos!” o “¡Fúchila! ¡Los revocadores son demasiado feos!”. 

 A esos niveles conmovedores de imbecilidad estamos llegando. 

Sucede simplemente que Lima todavía no es una ciudad, es apenas tu salón de clase del cole. 

Que los demás te admiren o te repudien, que sobrevivas o sucumbas, dependerá solamente de dos factores clave: con quiénes te juntas y a quiénes les pegas. 

Si aprendes a escoger los amiguitos adecuados, si te apestan los que te tienen que apestar, quizá ni siquiera tengas que pegarle a nadie. 

Y si les pegas a todos, un éxito, los amigos se te pegarán solitos como moscas a la miel.

Revisemos algunos didácticos ejemplos, discriminado lector. 

Ejemplo1:
Kina Malpartida. Kina es recontra chévere. 

Kina siempre está allí donde revienta el cohete. 

Presta su imagen a la campaña de Keiko, recibe un depa nuevo regalado por Alan García y, también, sale a hacer campaña por el NO, codo a codo, con la alcaldesa Villarán. 

Kina es la imagen de zapatillas, cremas dentales, supermercados. 

También de complejos de departamentos que jamás se construirán. 

No importa. 

¿Por qué? Porque ella es la guapa Kina y aparecerá, continuando el legado de mamá Susy Dyson, en la edición Abril de Vogue Francia, fotografiada por Mario Testino. 

En suma: es regia. 

Cuando Kike Pérez cuestionó la fragilidad de sus oponentes, ella lo mandó a “meterse sus palabras en el ano”.
En junio hizo noticia por no pagarle la carrera a un taxista, y esa misma noche le quitaron el brevete por manejar con varios tragos entre pecho y espalda. 

Este fin de semana no solamente se dio el lujo de sacar el carro estando prohibida de hacerlo sino que hasta lo chocó y, para remate, se dio a la fuga. 

No importa. Todo bien. No pasa nada. ¿Por qué, ah? Porque es Kina y es regia. 

Es nuestra campeona mundial, es un símbolo del éxito y está por encima del bien y del mal. 

Ejemplo 2: Doña Rosita Eva Fernemburg. 

La señora madrecita de Ilián, la suegrita de Toledo. 

Se ha comprado la mega-jatazo en Casuarinas. 

Según tardía explicación de El Cholo Sano y Sagrado, trátase del billete que la venerable matrona ha acumulado tras recibir una cuantiosa reparación civil del gobierno alemán por haber perdido tres generaciones de su familia en el Holocausto y otra más por haber enviudado de dos cónyuges acaudalados.
Precio de la casita: tres palos setecientos cincuenta mil cocazos. 

Si fuera la suegra de Keiko o la de Castañeda, olvídense, ya se estaría organizando la segunda Marcha de los Cuatro Suyos con el gentil auspicio de George Soros depositado en las cuentas gringas de Coqui Toledo. 

Pero, claro, no importa, no es la mafia, es Toledo, el intachable. 

Nunca mejor definido que en la columna de ayer de mi buen amigo –y chico símbolo de una prestigiosa marca de cerveza– Augusto Álvarez Rodrich: “Toledo siempre se ubica en el lado correcto del tablero: contra la indecencia”. Joder. 

Qué tal veneración. 

No me atrevería a escribirle semejante panegírico ni siquiera al Dalai Lama. 

Qué lejanos lucen los días en que Augusto y yo zamaqueamos el toledato sacando a la luz en este diario el audio Almeyda, el mayor escándalo de corrupción de aquel gobierno del que el Perú prefirió ahorrarse una segunda parte. 

El buen escudero Juan Sheput me explicó que la cosa tampoco era para tanto, que ahora un buen depa del Golf te cuesta dos palos, que cuatro por una casa estaba dentro de lo normal, que tampoco estábamos hablando de una cifra exorbitante. 

Acabáramos. 

Yo creía que cuatro palos verdes era plata.

Ahora descubro que, al lado de cualquier político promedio, soy un misio de mierda.

Ejemplo 3: Máximo San Román. 

Ungido como Presidente Constitucional tras el autogolpe de Fujimori, el exitoso empresario panadero y socio de PPK, Lourdes, Acuña y Yehude atropelló en noviembre del año pasado a la señora Sonia Yangali, de 54 años, una recicladora de desechos que cruzaba la carretera con su carretilla de trabajo. 

Desgraciadamente, la mató. 

San Román fue detenido y puesto en libertad esa misma noche “tras llegar a un acuerdo económico con la familia de la fallecida”. 

A ver. Un momentito… ¿en qué parte del Código Penal se establece que un conductor puede causarle la muerte a un peatón y, luego, “arreglar con la familia”? 

¿Qué corona tiene el señor San Román, que no acabó en la cárcel como el chofer de la coaster que mató a Ivo Dutra o el chofer del camión que acabó con la vida de cuatro cocineros en Ayacucho? 

¿En qué casos son más o menos culposos los homicidios en las pistas? 

¿De qué depende que uno pueda “arreglar”? 

¿Depende de cuánta plata tiene la víctima o de cuánta plata tiene el chofer? 

Señor, ¿por qué los seres no son de igual valor?

Ejemplo 4: Los fabulosos Zileris. 

Esta semana, el Décimo Quinto Juzgado Penal sentenció al director de CARETAS, Marco Zileri, a dos años de pena privativa de libertad suspendida por el cargo de difamación al publicar una información falsa que vinculaba al hijo del exministro Javier Reátegui Rosselló con el clan Sánchez Paredes, una familia investigada por lavado de activos y narcotráfico. 

 Semejante acusación fue, por supuesto, un grosero misil contra Perú Posible durante la campaña presidencial del 2011. 

A diferencia de la condena a Magaly Medina, que fue noticia por meses y meses, nadie publicó la noticia de esta sentencia. 

Parece que en prensa también es posible “arreglar” porque todos callaron en siete idiomas. 

Obvio.
A nadie le conviene pelearse con los Zileri. 

El viejo Enrique es un tótem del periodismo. 

Es, a la vez, propietario de un medio de comunicación “independiente” y asesor “de alto nivel” del premier Juan Jiménez en la Presidencia del Consejo de Ministros, según Resolución Ministerial N° 246-2012-PCM, del 23 de setiembre de 2012. 

Además, su regia hija Drusila es la novia del regio Diego García Sayán Larrabure, presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, figúrate. 

Un partidazo. 

No importan los veinte procesos judiciales que tiene la familia dueña de la revista –entre calumnias varias y difamaciones–, tampoco los miles y miles de soles que le deben a la SUNAT y a los montones de periodistas que, por años, han trabajado gratis para ellos y que ni siquiera reclaman sus sueldos impagos porque se mueren de miedo de que, por hacerlo, se les cierren todas las puertas o de que algún día les saquen una portada y empapelen Lima con su foto. 

Todo eso ocurre desde siempre pero no importa, no los sancionan. 

Al contrario, los premian con regias asesorías en Palacio de Gobierno. 

 Inclusión social, que le dicen, es lo que este país te tiene reservado si eres regio. 

Y los Zileris son intocables. 

Tienen inmunidad absoluta por eso, porque son Zileri, porque se casan siempre con el que la lleva, porque son regios.

Esta es la gentita decente de Lima. 

Esta es la decencia que todos necesitamos.

Fuente: Perú 21

Al q no le guste Lima...

Ama tu Lima

Domingo 20 de enero del 2013 | 00:14

Ya estuvo bueno de viejos vinagres que salen de nuevo a recordarnos lo hórrida, repugnante y pestífera que es Lima y a lamentarse de tener que vivir en ella sin merecerlo, pese a lo muy frustrados que están y a lo mucho que la aborrecen. 

Paren de sufrir. 

Por el momento, vecina: Lima es lo que hay. 

Y al que no le guste, que se mude a Londres. 

O se meta un clavado desde el puente Balta en las tornasoladas aguas del Río Hablador.


Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Lima es la casa, y todos sabemos, desde chiquitos, que la casa, por muy triste que sea, se respeta. 
Yo no creo que Lima sea una ciudad fea en sí misma. 
Los feos, en todo caso, somos nosotros, que la hacemos inviable, inevitable, invivible, inhabitable. Para comenzar diré en su defensa que Lima, por todas partes, tiene mar y, en consecuencia, amplia ventaja sobre muchas capitales del mundo: Lima tiene amplia ventana al infinito. 

El océano curte el espíritu y las pieles y ennoblece a quienes vivimos frente a él aunque por tantísimo tiempo le hayamos vuelto la espalda, traicioneros, condenándolo a ser traspatio, pampón y botadero. 

Lima no tiene cielo, también dicen sus difamadores. Su cielo es ceniciento, plúmbeo, panza de burro. 

El cielo sin cielo de Lima (Zavaleta dixit). 

Pero alguna vez oí a alguien decir que el cielo de Lima no era gris sino plateado, y la idea me encantó. 

Me quedo con eso: el acero y la plata son menos pomposos y, aunque solo fuera por esa razón, siempre serán más elegantes que el oro pacharaco de los templos del verano. Lima es plateada y palteada: metal y melancolía. 

¿Lima limita? Limita con la locura y coquetea con el abismo. 

 Lima es pudorosa y putilinga. Rucona y monjil, sobrada y humilde. 

Vieja pobre y nueva rica. Lima es y no es. Es fina misia, regia chusca, analfabeta viajada y cholona señorial. 

Lima no es ni fu ni fa, pero sí fo. Wachiturra culta. Blanquiñosa y sacalagua, fina y ordinaria, siliconeada y pelopintado, callejonera y balnearia. 

Sublime y pedorra. Huachafita ficha. Lima limón es limonada pero, esencialmente, es chicha. Lima es rechicha y también rechucha.

La gente se queja de que Lima es triste porque es nublada, porque es muy húmeda, porque no es todo lo verde que debería, porque jamás cae lluvia, porque chorrea apenas una raquítica garúa, porque no hay las suficientes buganvillas en flor. 

La gente de Lima se queja porque quejarse es lo que mejor le sale. De todo lloriqueamos los limeños, de todo reclamamos, somos expertos en armar la gran pataleta, la cagazón del año por cualquier cojudez. 

¿De dónde nos vendrá todo ese espantoso engreimiento?, ¿qué virrey cretino nos habrá hecho semejante daño?, ¿quién nos convenció a los limeñitos de que teníamos derecho a vivir lamentándonos de todo?, ¿de dónde sacamos esta manía estúpida de creernos siempre la divina pomada? 

Ay, sí, los ambulantes me crispan, ay, sí, la luz de Lima me deprime. Pero por supuesto que Lima es triste, nunca seremos Río de Janeiro ni queremos serlo. 

Es precisamente ahí donde radica su belleza, aturdidos. 

En cualquier calle del centro es posible encontrar a la poesía que no es necesariamente el carnaval, que es, más bien, la elegancia de la pena. 

 Es en esta ciudad de tristes corazones donde mis padres –todavía jóvenes enamorados y ya pensando en la casa propia– alguna vez abrieron un restaurant que no llegué a conocer y al que llamaron Limeñísima. 

Es este el lugar en el que trabajaron de sol a sol, en el que se rompieron los lomos sin descanso para que algún día ocurrieran aquí sus mejores sueños. Yo, por ejemplo. 

Lima es mi casa porque es el lugar que escogieron mis padres y los padres de mis padres.

Para que yo viera la suerte que tenía, un señor caminante de maletín negro, ese distinguido visitador médico que es mi papá, me llevaba de peregrinación por Villa María del Triunfo cuando no era un distrito sino una gran barriada polvorienta donde las casas eran tan frágiles como en el cuento de los 3 chanchitos, donde el agua la traían en camiones. 

Y las sabrosas calles de Breña las conocí muy chico de la mano de la estricta señora directora de un colegio del jirón Restauración. 

Un colegio que era tan pequeño que no tenía patio, de modo que, para salir al recreo, había que recorrer varias cuadras hasta llegar al complejo deportivo, un colegio que no tenía nombre sino número:1022 y al que yo asistí desde los 3 años porque la estricta señora directora no tenía con quién dejarme y me llevaba diariamente a su trabajo, donde era muy feliz dibujando y leyendo, leyendo y dibujando, para que vean ustedes la suerte que yo tenía. 

En esta ciudad transcurrieron mis más fantásticas aventuras: tomar por asalto los torreones del Castillo Rospigliosi cuando vivía, rodeado de canales de TV, en la austera Santa Beatriz, o internarme de explorador en esos extensos sembríos donde, mientras se cavaban los primeros cimientos de una futura urbanización, todavía pastaban con desgano las holgazanas vacas de San Borja. 

Es por estas calles que más he guerreado y reporteado, paseado mi humanidad, perreado y mataperreado. 

Es por estas veredas que he buscado lo inencontrable, suspendido la realidad y arrastrado el alma. 

En Lima nací, en Lima aprendí a caminar, leer y escribir; en Lima fui a mi primer tono, fumé mi primer cigarro y me pegué mi primera bomba; en Lima me enamoré la primera vez y me enamoraré la última; en Lima aprendí el periodismo y salí a cubrir mi primera comisión cuando los carros circulaban por el Jirón de la Unión y también reventaban, de vez en cuando, cargados de anfo y dinamita en las esquinas. 

Aquí me he sentado a conversar con presidentes, sabios, putas y narcos. 

Aquí me han invitado a grandes coloquios y banquetes, y me han llevado, de grado o fuerza, a tribunales. 

Es este el lugar de la tierra donde más me he sido agraviado pero es, sobre todo, el lugar de la tierra donde más he sido abrazado, de modo que es en este aire que hoy respiro donde quiero que algún día se esparzan mis tóxicas cenizas. 

¿Cómo podría yo atreverme a renegar de esta ciudad?

Pero desde la puerta de esta crónica yo miro la avenida Tacna con amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. 

¿En qué momento se había jodido el Perú? ¿El Perú? 
El Perú no se ha jodido, miserables.

Parece que el problema es la palabra “serrano”

Cholíbiris nunca bonus

Domingo 13 de enero del 2013 | 00:12

En esta columna no somos racistas pero… nos reservamos el derecho de admisión. 

Tampoco sean tan igualados.


Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Cuando, en sus espléndidos programas cómicos de los 80, el abogado Tulio Loza se burlaba de sí mismo y de todos nosotros caricaturizando al pendejísimo Nemesio Chupaca Porongo, más conocido como El Gringo Williams, solía repetir una brutal, crudelísima sentencia en dudoso latín: 
“Cholíbiris nunca bonus. Si bonus, nunca perfectis. Si perfectis, siempre cholíbiris”.

Nunca nadie se lo criticó.

El último viernes, queriendo hacer una gracia que terminó en morisqueta, algún aturdido –y hoy defenestrado– practicante de la sección de chisme político del improbable diario “Expreso” trató de parafrasear el viejo adagio del Cholo de Acero Inolvidable para intentar, por enésima vez, propinarle un puntapié en la espinilla al Cholo Toledo y acuñó la siguiente, desangelada versión:

 “Serrano nunca bueno, si bueno nunca perfecto y si perfecto, siempre serrano”.

La frase –sin duda, ofensiva– era, pues, la mala parodia de una parodia.

¿Pero era suficiente para volver a desatar una nueva escaldadura nacional, otro ataque de histeria colectiva?

Veamos qué sucede si reemplazamos la palabra “serrano” por “limeño”:  

“Limeño nunca bueno, si bueno nunca perfecto y si perfecto, siempre limeño”.

Menos terrible. Escrita así, la frase suena muchísimo menos violenta. 

Suena cachacienta, pero no llega a ser ofensiva del todo. 
¿Por qué será, eh?
Parece que el problema es la palabra “serrano”. 

Con el olfato político que le da la experiencia, Toledo aprovechó tan dorada oportunidad para volver a los titulares enviando al periódico una indignada carta que ha posteado él mismo en su página web: 
“Lamento el deplorable nivel utilizado por su diario para referirse a mi persona, con evidente sesgo racista”.

¿Existe una raza serrana y otra costeña? 
Dejo la discusión a los expertos.
Líneas abajo, Toledo continúa diciendo: “Toda conducta xenófoba debe ser erradicada desde su raíz por retrógrada, anticívica y dañina a la conciencia nacional”.

¿Conducta xenófoba? 
La xenofobia es el odio, repugnancia u hostilidad a los extranjeros. 
Lo de “Expreso” no es xenofobia, sino todo lo contrario: endofobia, es decir, autodesprecio, odio a la propia raza o cultura que surge a partir de los sentimientos de culpa e inferioridad de personas que, en lugar de sentir orgullo por su raza, la niegan o se avergüenzan de ella. 

Hasta para discrepar hay que tener decencia y lealtad –termina la carta. 
Creo en la gente decente –rezaba un verso de Hernández– Decencia, es, por ejemplo…
“¡Soy un indio, terco, rebelde con causa y no me van a tumbar!” –gritaba Toledo allá por el año 2000, cuando tantos lo apoyábamos sin reparar en que aquella también era una consigna profundamente racista.

Nadie podría aplaudir la grosería de “Expreso”, pero tampoco hay que convertir en tragedia nacional una frase publicada en un diario que ni en las más afiebradas fantasías de sus directivos hubiera podido lograr la enorme publicidad que está consiguiendo a raíz de este incidente. Habría que preguntarse si, en verdad, se les chispoteó o lo planearon.
Dice el publicista Gustavo Rodríguez que “Expreso” ha insultado, de paso, a su papá.
Quizá yo también tendría que haberme victimizado. 
Mi papá es serrano –tarmeño– y, sin embargo, cada vez que una empleada doméstica no hacía las labores como él exigía, bramaba: “¡Raza maldita!”. Uf… mi señor progenitor. 
Me pasé toda mi adolescencia intentando, con poca fortuna, contrarrestar esos arranques fachos. 
Por eso creo que hasta comprendí a la hija única Lourdes Flores cuando defendió aquellos exabruptos del papá.

De mi viejo heredé la nariz autóctona y salvaje, mi nariz Ortiz. 
Casi a manera de disculpa, las tías siempre retrucaban: “¡…pero tu bisabuelo fue italiano!”, como si quisieran ensayar un buen consuelo frente a la obvia desgracia. 

Por eso yo siempre repito que vengo a ser un Prosciutto di Tarma. 

La primera vez que lo entrevisté, una noche del año 2000, Carlos Cacho me dijo que a los cholos se les reconocía porque tenían la encía morada. “¡Son octubre!” -dijo. ¿Cuántos habrán corrido al baño a mirarse al espejo?

¿Quieres que me ría, mientras mis hermanos son bestias de carga llevando riquezas que otros se guardan?
 
Según la Real Academia del país que nos conquistó, cholo significa:
1. adj. Am. Mestizo de sangre europea e indígena.
2. adj. Am. Dicho de un indio: Que adopta los usos occidentales.

Chulu en quechua significa mestizo. Xolo en nahuatl significa perro. 

Un perro sin pelo del Perú es un perro fino, pero un perro chusco es un perro mestizo, o lo que es lo mismo: un Chulu Xolo.

Cholos somos todos: El Cholo Cirilo. La Chola Chabuca. El Cholo Jacinto. La Chola Energía. El Cholo Juanito. La Chola Tula. El Cholo Payet. La Chola Jonathan Day. La Chola Santa Natura. El Cholo Barato y el Cholo Power. La Chola Purificación Chauca. El Cholo Sotil. 

¡Al Cholo, hombre, al cholo!

You’re black, white, beige, chola descent. Baby, you were born this way. Lady Gaga

No se admiten ponchos en los cines UVK de Larcomar.

Tampoco en las discotecas de Larcomar.

¿Se acuerdan de Los Malditos de Larcomar?

¿Quieres que la risa me ensanche la cara, mientras mis hermanos viven en las montañas como topos, escarba y escarba, mientras se enriquecen los que no trabajan?
 
No conozco un solo pituco que se asuma públicamente como tal.

Ni uno. Si hay uno leyendo esto, lo invito mañana a mi programa.

Come on! Salgan ya del walk-in closet!

Waaiiii… Pituca loves me!

¿Será verdad que en Lima existen restaurants con “Menú para nanas” y “Servicios higiénicos para nanas”? ¿Será verdad o me estarán jodiendo?

Consíguete tu gringo.

Para mejorar la raza.

Mejor no te metas, esos son líos de blancos.

La chica es bien linda. Tú sabes… en su tipo, pues, ¿no?

Uno les da la mano y se van hasta el codo.

Hoy he trabajado como negro para vivir como blanco.

Carne blanca aunque sea de hombre.

“Como mi esposo es cholo, no se le permite ni un tercio de lo que se le permitió a PPK, como contestar a los periodistas de manera satírica en inglés. Si yo hubiera contestado en francés, me hubieran dicho que me regrese a mi país”. Elianne Karp de Toledo, 2011.

¡Escúchenme bien, pituquitos de Miraflores! ¡Mi cholo es sano y sagrado!

¡No me hagan hablar de ese auquénido de Harvard!

¿Y a qué se ha ido Magaly Solier a Europa? ¿A vender chompas? ¿A vender chullos?

Serrano, paloma y gato. No hay animal más ingrato.

Apostadas en la puerta de la casa de Vargas Llosa al conocer las cifras de la derrota electoral de 1990, las desconsoladas señoras del Fredemo gemían: “¡Buuu! ¡No queremos un chino!”.
 
La actriz Gloria Klein coquetamente confesó que ella solamente es rubia en los veranos. 
Y según mi amiga fashionista Giulia Sammarco: no hay color más glamoroso que el Chola Pink.

Defendiéndose del hijito de Miki González y Celine Aguirre, la señora Miriam Gómez declaró: “Ese chico le dijo a mi esposo que era un serrano de porquería. ¡Tú no te metas, chola! –me dijo–. ¡Tú no sabes quién soy! Mi reacción fue darle una cachetada”.

¡Tú no sabes quién soy! –gritó el choteado ministro Villena después de haber zamaqueado a la señorita de LAN y logrando que ahora todos lo sepamos.

“Mujer que no es mala, es chola” –sentenció el diseñador Gerardo Privat con su habitual fabulosidad. Casi lo linchan.

En una entrevista de junio, el padre Gastón Garatea me dijo: “Nuestros pueblos serranos son resentidos”, sin que nadie saliera a pedir que lo crucificaran por ello.

El embajador de Chile en Perú, Fabio Vio Ugarte, ofreció disculpas a nombre de su país por las actitudes ofensivas que recibió nuestra etnia Bora a través de un programa de TV donde incluso señalaron que “estaban llenos de piojos”.

Cuando la tragedia de los 4 cocineros, Caretas tituló: “Tres Grandes Chicos”. 
Lo que escribieron después dejaba claro que no se trataba de un error aritmético: “Las partidas prematuras de Lorena Valdivia, Jason Nanka e Iván Kisic enlutan la cocina. Campesina María Huamaní se fue con ellos”. Tres Grandes Chicos y… una campesina. 

¿Quieres que me alegre, mientras mis hermanas van a casas de ricos lo mismo que esclavas?
“¡Quítame la cámara! ¡Me llega al pincho tu filtro, cholo de mierda!”.

Mientras terminaba de escribir este artículo, hice una encuesta en el Twitter para saber qué palabras o frases les parecían discriminatorias. @Konggcar me contestó que la palabra amíxer. 
Y cuando pregunté qué significaba, muchos me respondieron: misio, wachiturro, apache, bagre, bellaco, reggaetonero, maleado, de barrio, de cono, de quinta…

¡Pucha, broder, ya vámonos! Ya se maleó el tono, alucina…
Mejor sigamos cantando: Cholo soy y no me compadezcas.

Reflexiones otoñales de Bayly..

El arte y la política

 La columna de Bayly  Peru 21                                Lunes 28 de enero del 2013 | 00:42  

Si de verdad eres un escritor, escribe. 

No te metas en política, escribe. 

La política es un vicio, una enfermedad. 

Te aleja de la belleza, te aleja del arte. 

La política es un oficio conspirativo, de intrigas, pactos desalmados y traiciones.





Te obliga a trabajar en equipo, a hacer concesiones. 
Te obliga a mentir. 
Si no estás dispuesto a mentir no te metas en política, no llegarás a ninguna parte. 
El político necesita llegar al poder y al poder solo se llega diciéndole a la gente las cosas bonitas que quiere escuchar. 
No se tiene éxito político siendo honesto, se fracasa siempre, de todos modos. 
Es la naturaleza misma del oficio, tienes que ser taimado, astuto, malicioso, desconfiado. 
Tienes que ser lo que los otros quieren que seas. 
Tienes que ser un camaleón. 
No puedes empecinarte en ser esto y lo otro si eso le disgusta a la gente. 
El producto eres tú, tú estás en venta, tienes que venderte, tienes que conseguir que la mayoría te compre. 
Para eso tienen que confiar en ti. 
Pero ¿cómo vas a pedirles que confíen en ti si tú mismo no confías en ti? 
¿Cómo vas a pretender mandar si no sabes tomar las decisiones mínimas que atañen a tu vida, a tu cuerpo, a tu salud? 
No lo pienses de nuevo, olvídate de la política. 
Hay un camino, que es el arte, hay otro camino, que es la política, esos caminos parten de un punto en común, la vanidad, pero se bifurcan y se alejan y no confluyen. 
Hay artistas con opiniones políticas, claro, pero lo que valen, si acaso, es por sus obras artísticas o por el fracaso de esas obras, no por sus opiniones políticas. Cualquiera puede opinar de política, no cualquiera puede hacer arte. 
Lo que es imposible es que salga arte cuando quieres hacer política. 
Si quieres hacer política, destruyes la posibilidad artística, la corrompes, la niegas de plano. 
Si quieres hacer arte, lo más probable es que fracases, pero al menos inténtalo, muere en tu ley. 
Prefiero tu fracaso como artista a tu éxito como político. 
Porque tu éxito como político es tu más clamoroso fracaso como artista. 
Solo piensas en meterte en política cuando te olvidas de que eres un escritor. 
Te aburres siendo escritor, sabes que eres un escritor mediocre, a nadie le interesan las ficciones que escribes, a duras penas se resignan a publicarlas. 
Si tuvieras éxito como escritor, no pensarías en la política. 
Pero de tu fracaso como escritor surge esa cuestión lateral, odiosa: ¿y si dejo de escribir mentiras y paso a decirlas con desparpajo y aspiro al poder, a la máxima representación? 
¿Y si paso de escritor a candidato presidencial? 
¿No suena eso más bonito, más exitoso: candidato presidencial, presidente electo, presidente de la República? 
¿Habrías llegado entonces a la cumbre? No, absolutamente no. 
Todo eso es mentira. 
Lo que es verdadero, lo que prevalece, lo que perdura, es el arte. 
Los nombres de los que ejercen el poder se ensucian, se olvidan. 
Nunca nadie tiene absoluta razón en política, a la larga todos están parcialmente equivocados y se corrigen y se acomodan según cambian los vientos y el humor de la gente. 
Esa es la cuestión esencial, de fondo: cualquier artista que se mete en política está capitulando, está firmando su rendición moral, estética, intelectual. 
Si eres artista, si aspiras a serlo, trabaja en eso, trabaja duramente en eso, somete tu aspiración artística al trabajo serio, al rigor, a la disciplina. 
Lo primero que tienes que hacer es educarte artísticamente. 
Si quieres ser escritor, lee, aprende de los maestros. 
Si quieres ser pintor, contempla la belleza, mira los grandes cuadros, aprende a mirar, rebaja tu vanidad, refínala, cárgala de toda la belleza que nos han dejado. 
Si quieres ser músico, vive en esa burbuja, educa tu oído, trabaja tu arte. 
Nada llega sin esfuerzo. 
Ninguna obra de arte se consigue sin la pretensión de que eso sea algún día una obra de arte. 
Tienes que creerte un artista para llegar a ser con mucha suerte un artista. 
Puede que no lo seas, puede que fracases, pero al menos inténtalo, cree tú mismo tu propio cuento, no podrás convencer a nadie si tú no crees que eso que has hecho visceralmente y dejando media vida es una cosa que aspira a ser arte. 
Si nadie cree que eres un artista, si nadie ve el arte que hay en ti, ¿debes por eso rendirte y entregarte al oficio vil de la política? 
Como no te aplauden como artista, ¿vas a rogar que te aplaudan en ese papel impresentable de escritor fracasado metido a político conspirador? 
¿Te gusta conspirar? 
Muy bien, conspira. 
Pero conspira artísticamente: en silencio, en soledad, reducido a tu condición más humana y verdadera. 
No me vengas con el cuento de que quieres ser presidente. ¿Presidente de qué, de quién? Y sobre todo: ¿para qué? 
¿No sabes ya, después de tanto tiempo, que un día sin escribir es un día perdido, malogrado? ¿Entonces? 
¿Estás dispuesto tan alegremente a perder el resto de tu vida? 
¿Quieres que te den un trabajo por cinco años sabiendo que ese trabajo te impedirá hacer el único trabajo que debes realmente hacer, que es escribir? 
¿Por qué sueñas con postularte a ese trabajo equivocado? 
Si quieres pensar en grande, si quieres soñar, entonces siéntate y escribe y basta ya de excusas: o eres capaz de aprender de tus intentos fallidos y escribes una buena novela, o vuelves a fracasar, y fracasas una y otra vez, y al menos esos fracasos literarios tienen una dignidad ante ti mismo y te salvan de la tentación malsana, ridícula, de meterte en política. 
No importan las opiniones políticas de Vargas Llosa y García Márquez, lo que ellos nos dejan es arte puro, lo otro pasa, se lo lleva el viento, ya no importa quién tenía razón en este punto o el otro. 
No importan las opiniones políticas de los artistas, la verdad es que importan poco y nada, o solo les importan a los políticos, lo que a la larga cuenta es la obra, la novela, la película, el cuadro, la canción, el poema. 
Es eso lo que traspasa el corazón de las personas de todos los tiempos, es eso lo que mejora la existencia humana, lo que nos hace creer que nuestra especie evoluciona. 
Si estás buscando alguna forma de belleza, no pretendas encontrarla en la política, en los partidos políticos, en el poder, en un ministerio. 
No, no, no: búscala en los libros, en los museos, en el cine, en el aire que es la música. Tienes que elegir: o es el camino vicioso de la política y sus espantosas ramificaciones, o es el camino solitario e incomprendido del arte y sus consiguientes humillaciones. 
El arte está en el aire, en la mirada del otro, en lo que el otro lee, mira, escucha. 
El arte, ¿qué es el arte sino la belleza tranquila que resiste la prueba del tiempo? 
Si eres capaz de traspasar la barrera de la política y conmover a una persona que piensa unas cosas políticas muy distintas de las que tú piensas, si puedes llegar al corazón de las personas sin agitar ni manipular sus convicciones políticas, entonces quizá seas un artista, aunque eso aún está por verse y solo se verá claramente cuando tú no puedas verlo y estés muerto y tu trabajo sea mirado y evaluado por otros que no te conocieron. 
Mientras tanto, no se te ocurra la vulgaridad de manipular a la gente desde la tribuna política. 
No hagas eso, no de nuevo, aprende de tus errores, deja que cada uno vote como le da la gana, tú callado y metido en lo tuyo, en tu arte, en ese pequeño envanecimiento de artista frustrado. 
El artista fracasa no cuando es incapaz de despertar la curiosidad del otro (siempre queda el consuelo de pensar que las próximas generaciones, o una de tus hijas, o una de tus nietas, apreciarán lo que ahora deploran esos que te conocen), el artista fracasa cuando deja de escribir, de pintar, de cantar, de actuar, fracasa cuando cambia de oficio y se entrega al sistema y se acomoda a un trabajo seguro, discreto, sin riesgos. 
No llegarás nunca a ser Bukowski si estás contento trabajando como cartero. 
Reparte las cartas y luego escribe esa novela como si fuera el fin del mundo, como si te jugaras en ella la vida entera. 
Lo más probable es que envejezcas siendo cartero, pero, por amor a ti mismo y a los que vendrán cuando no estemos, haz algo que parezca bonito, atrévete a rozar el arte, deja una huella elevada. 
Cien años más tarde eso que tú llamas arte será polvo y olvido. 
Pero ahora mismo estás moralmente obligado a dejar un testimonio que vuele por encima de las riñas políticas y si no lo haces estarás traicionando la oportunidad única y sagrada que te ha sido dada por los poderes superiores. 
Todo será nefasto si los artistas se rinden, será el caos puro y el fin del mundo si los artistas capitulan y se meten en política. 
Alguien tiene que salvarnos de los políticos. 
¿Qué sería de nosotros sin una película, sin una canción, sin una novela? 
¿Qué sería de la civilización humana si todos aspirasen a las glorias efímeras del poder? 
Preside el arte, preside siempre el arte, no pierdas eso de vista. 
Picasso es Picasso, Neruda es Neruda, Vargas Llosa es Vargas Llosa, la política es irrelevante cuando el arte llega a ser arte. 
Qué idiotez enemistarse con los artistas por razones políticas, qué cosa tan nefasta, pido perdón a los aludidos. 
No me busquen en la política, búsquenme en mi próximo libro, todo lo demás no existe, es irrelevante.

INDULTO ¿Puede imponerse una reconciliación?

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