Entre conocer la historia y comprender la historia

Por Hans Rothgiesser

08 de Febrero de 2012

 

Hace ya unas semanas a la opinión pública se le movió el suelo cuando el Movadef pretendió inscribirse como partido político. 

Se desató entonces una larga y fragmentada discusión que recorrió columnas, programas de entrevistas y blogs. 

Esta discusión buscaba definir los límites de la libertad y la democracia. 

Para algunos se le debía permitir inscribirse para que la contienda se diera en el campo electoral, lo que permitía un debate más amplio. 

Para otros los planteamientos que defiende el Movadef (que incluye el "pensamiento Gonzalo") lo convierte en una extensión de Sendero Luminoso, lo que hace que en vez de partido político, sea más bien una especie de grupo subversido desarmado, al que no se le debe permitir participar en una elección que ellos mismos por principio opinan que hay que intentar sabotear. 

Y más allá de en dónde se traza la raya, lo importante es que todos están de acuerdo en dos detalles. 

Primero, que hace falta hablar más al respecto. 

Y segundo, que el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) debería de ser aún más difundido.

Dejando de lado la discusión legal alrededor de la inscripción del Movadef, que fue tratada bastante bien en esta entrevista de hace un tiempo de Jaime De Althaus, vale la pena detenerse en la necesidad de una mayor difusión de esa parte de la historia sobre la cual aun no nos ponemos de acuerdo.

En las redes sociales algunos llegaron incluso a sugerir que la lectura del informe de la CVR debía ser obligatorio en el colegio. 

Como si eso fuese a solucionar algo por sí solo.

 

La lectura de Cien años de soledad es obligatoria en muchos colegios, lo cual no es suficiente como para que podamos recordar cuál Buendía era José Arcadio y cuál era Aureliano.

 

No, la lectura por supuesto que no es suficiente.

Sobre todo con un sistema educativo que cada año nos da vergüenza en las evaluaciones internacionales precisamente en comprensión de lectura.

En ese sentido, estoy de acuerdo con que leer y conocer la verdad no es suficiente. 

Además hay que difundirla, discutirla y comprenderla.

Lamentablemente, el punto de partida sigue siendo que hay que leerla y conocerla. 

Y quizás ahí es que nos estemos quedando, algo que queda mucho más claro cuando uno ve el nivel del debate usual en la arenas pública nacional.

Una vez más la pésima calidad de nuestro sistema educativo no es solamente un motivo de lamentos indefinidos, sino que nos trae una consecuencia negativa específica.

¿Cómo pretendemos que buena parte de nuestros escolares entiendan la magnitud de lo que se sufrió el Perú durante los años ochenta y noventa, si tiene problemas para comprender los textos básicos?

No olvidemos que evaluaciones como el PISA busca definir qué porcentaje de la población escolar no tiene el mínimo de comprensión de lectura para sobrevivir en la sociedad actual. 

La próxima vez que leamos las noticias sobre el patético puesto en el que nos encontramos a nivel mundial, quizás podamos comprender mejor la urgencia de seguir empujando la reforma educativa, aprendiendo lecciones en el camino y haciendo las correcciones necesarias, de tal manera que pueda rendir frutos lo antes posible.