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El consultor peruano de Global CST
Wikileaks, los gringos y Global CSTEn el año 2009, Global CST estaba en camino de culminar un ambicioso proceso de expansión.
Este se inició años antes, el 2006, y sobrevivió una poco afortunada –por lo menos en cuanto a resultados– experiencia en Georgia, que concluyó con los duros reveses que sufrieron los militares de esa nación a manos del ejército ruso.
En compensación, en el otro lado del mundo, Global logró un importante contrato para asesorar las Fuerzas Armadas colombianas, en la lucha contra las FARC.
El entonces ministro de Defensa y
ahora presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, contó que su primer
contacto con Global CST y con Ziv fue a través del ex canciller israelí
Shlomo Ben Ami, el prestigioso historiador que sirvió con altibajos, en
el gobierno laborista de Ehud Barak. Ziv, a su turno, tuvo y mantiene
una relación cercana con Barak.
Especialista en historia española,
Ben Ami es vicepresidente del Centro Internacional para la Paz de
Toledo. Ahí contactó a Santos con Ziv.
A partir de agosto de 2007, Global
CST llevó a cabo un programa intenso de entrenamiento a la Fuerza Armada
colombiana, ya robustecida a través del Plan Colombia.
La exitosa operación de rescate de
Ingrid Betancourt, así como otras acciones más cruentas y controvertidas
–como la muerte del dirigente FARC Raúl Reyes en suelo ecuatoriano–
fueron en parte atribuidas a la influencia y entrenamiento de Global
CST.
Ello representó una buena publicidad para la compañía, pero también
una sorda y fuerte oposición del gobierno de Estados Unidos.
Wikihistorias
En Colombia, Global CST provocó
simpatías y enconos radicales.
De una parte tuvo el decidido apoyo del
hoy presidente Santos y del que fue jefe (hasta 2010) de las Fuerzas
Armadas de Colombia, general Freddy Padilla.
Pero el entonces jefe de la Policía Nacional, el general Óscar Naranjo calificaba la presencia de Global CST como “un desastre”.
Y la embajada de Estados Unidos, con la que la Policía colombiana tenía
(y tiene) una relación particularmente estrecha, no podía estar más de
acuerdo.
De hecho, lo señalan una serie de
cables diplomáticos estadounidenses que publicó Wikileaks, la diplomacia
estadounidense organizó una campaña en sordina para limitar la
influencia de Global CST y, en por lo menos un caso, cerrarle el ingreso
a un país cliente.
En un cable del primero de diciembre de 2009,
que firma y clasifica el entonces embajador de Estados Unidos en
Colombia, William Brownfield, se comenta una larga conversación con el
general Naranjo, en la que este refiere que el ministro de Defensa,
Gabriel Silva, se “agriaba” ante “la relación del ministerio de Defensa con Israel”.
El propio Naranjo recalcó a Brownfield que la relación de la Policía colombiana con el general Ziv y su firma, había sido un “desastre”.
Naranjo añadió que sabía que Ziv estaba tratando de abrirse camino en
Perú y Panamá [de hecho, el contrato entre Ziv y el Comando Conjunto ya
se había firmado cuando Brownfield redactó el cable], “y que él
había compartido sus preocupaciones con las autoridades de Panamá y que
haría lo propio con las peruanas si se lo pedían”.
En cambio, el general Padilla sostenía, en un reportaje para la televisión israelí, que “como jefe de las fuerzas armadas de Colombia, puedo decir que ellos [Global] son una bendición que nos ha caído en nuestra lucha”.
Equilibrados los pareceres, el
principal opositor a la expansión de Ziv en Panamá no fue Naranjo, sino
el propio gobierno de Estados Unidos.
De acuerdo con otro cable confidencial hecho público en los wikileaks,
la embajada de Estados Unidos en Panamá, reaccionó con alarma ante el
plan del jefe de inteligencia de ese país, Olmedo Alfaro, de pagar a
Global CST para que lleve a cabo un estudio de seguridad. (Ver extracto del cable).
La embajadora estadounidense Barbara
Stephenson se reunió, de acuerdo con el cable, citado en un largo
despacho de Tim Johnson, de McClatchy Newspapers, con el presidente
de Panamá, Ricardo Martinelli y el vicepresidente, Juan Carlos Varela,
para advertirles que el gobierno estadounidense limitaría la
colaboración de seguridad con Panamá si “consultores privados de una tercera nación resultaran involucrados” en asuntos de seguridad.
Tanto Varela como Martinelli recularon de inmediato y dijeron que no solo no querían “cambiar amigos” sino que no harían nada “para perjudicar la relación”.
En Colombia, el cable del embajador
Brownfield contuvo acusaciones tan serias contra Global CST como
sostener que un traductor de esa empresa, Shai Killman, “copió documentos clasificados del ministerio de Defensa, en un intento fallido de venderlos” a las FARC.
De acuerdo con el cable, que cita a “fuentes de la Policía Nacional de Colombia, en febrero de 2008”, los documentos contenían “información de bases de datos sobre objetivos de alto valor. Ziv negó que [se hubiera producido] ese intento [pero] envió a Killman de regreso a Israel”.
El cable de Brownfield termina en forma involuntariamente reveladora.
De un lado menciona que “a lo largo de tres años, Ziv logró la confianza de (…) Santos prometiéndole una versión más barata de la ayuda del gobierno de Estados Unidos (…) Global CST no fue transparente con nosotros y trató de insertarse en nuestras conversaciones clasificadas [secretas] con el gobierno de Colombia.
[Por eso] no
es una sorpresa que el ministerio de Defensa se está alejando de Global
CST y advirtiendo a sus vecinos que sus ofertas no son tan buenas como
se propagandizan”.
Como siempre, la habilidad
diplomática de los Estados Unidos consistía en hacer decir a otros lo
que ellos desean escuchar.
Pero en el caso de Colombia, pese al
prestigio de Naranjo, la presidencia de Juan Manuel Santos limitó la
presión de Estados Unidos contra Global CST.
Pero si en Colombia, Santos podía
considerarlos como el feliz equivalente de un buen entrenador personal,
un ‘personal trainer’ en el gimnasio con máquinas americanas; en Perú y
en el país, Guinea, desde donde el consultor de Global CST, Hernán
Garrido Lecca, escribía su carta a Mirko Lauer, los resultados del
‘personal trainer’ no iban, como veremos, igual de bien ♦
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