Mi abismo es mejor que el tuyo

“La única forma de huir al abismo es mirarlo, medirlo, sondearlo y descender a él” – Cesare Pavese
Coincidamos en algo: reconozcamos que ambos candidatos que nos quedan representan un riesgo grande para la democracia. ¿Es que alguien, a menos que tenga una mente demasiado obtusa, puede dudar que, de contar con carta libre, cualquiera de los dos candidatos irrespetaría las instituciones democráticas?

No vale la pena escribir una lista de lavandería con decenas razones por las cuales los demócratas debemos preocuparnos. Mencionemos solamente dos: Keiko Fujimori ha reivindicado cada vez que ha podido el gobierno de su padre, un dictador. Ollanta Humala no ha sido un dictador, pero todo indica que hubiera querido serlo: en enero del 2005, después de que su hermano capturara una comisaria en Andahuaylas, llamó a la población a levantarse contra el gobierno legítimo de Alejandro Toledo.

Por si fuera poco, la amenaza a la democracia no es la única inquietud que muchos compartimos. Por un lado, a muchos nos indigna, no solo premiar, sino dejar volver al poder a una banda de mafiosos y asesinos que levantó el país en peso, tanto en billetes como en sangre. Por otro lado, a muchos también nos angustia dar el poder a un ex militar que ha mostrado simpatía por Chavez, y que en su plan de gobierno sugiere que se debe nacionalizar empresas en sectores estratégicos, y poner los medios de comunicación "al servicio de la democracia", lo que sea que eso signifique.

La cita que encabeza este texto tiene algo de sarcasmo, pues Pavese en realidad escribía sobre el suicidio de un artista enfrentado a una tragedia, pero también mucho de pertinente. Somos dos quintos del país – ¿o acaso éramos? – los que nos encontramos frente a lo que Gonzalo Gamio ha definido, justamente, como un dilema trágico. Frente a ello, parecemos estar preguntándonos “¿hacia qué lado del vacío debemos dar el paso mortal?”. Y creo que nos equivocamos. En lugar de razonar sobre cuál es la mejor manera de llegar al otro lado del vacío a salvo, estamos discutiendo, insultando, agrediendo, para defender nuestra posición acerca de hacia cuál lado del acantilado es preferible lanzar al país. Es decir, ya dimos a la democracia por muerta.

Lamentablemente, lo más probable es que esta actitud nos lleve a ubicarnos pronto nuevamente entre abismos que, la verdad, siempre han estado ahí (cualquier parecido con lo que paso hace cinco años no es pura coincidencia), pero esta vez ya sin poder de elección, y sin democracia que perder. Mi opinión es que polarizar la elección es un riesgo bastante grande que no tiene ningún beneficio. Jugar al “todo o nada” casi nunca es lo más inteligente, mas aun cuando, inevitablemente, cerca de la mitad del país va a perder.

La situación amerita que seamos racionales: no ayuda proclamar la superioridad objetiva de nuestro voto, ni descalificar a quien opina distinto. Esto es solo un signo de que quienes no creen en la democracia ya están ganando. Los antidemocráticos quieren que nos ofusquemos, que nos apasionemos y así perdamos de vista su amenaza inminente. Y lo peor que nos podría pasar es perder el estado de alerta.

Seamos, por eso mismo, tolerantes con los políticos democráticos que se aproximan a estos candidatos que consideramos peligrosos –a cualquiera de ellos- como si se arrastraran hacia el fondo del precipicio. Al hacerlo, ellos están corriendo un riesgo. La democracia requiere diálogo y negociación, y eso a veces implica ceder en algunos ideales para perseguir principios que consideramos fundamentales. Firmar pactos es necesario, pero insuficiente: creo que los políticos democráticos deberían tomar partido poniendo condiciones, aliarse, y formar parte de cualquier gobierno que sea elegido.

Si PPK se alía con Keiko: bien. No nos asegura nada, pero es una garantía más para la democracia. Si Toledo se asocia con Humala: bien también, un gobierno compartido aumentaría la probabilidad de que se respeten las instituciones. Estos políticos, y las demás voces representativas que ahora apoyan a algún candidato con cautela, serán quienes servirán de contrapeso en el gobierno, y son quienes, desde dentro, deberán dar la señal de alerta si las cosas van por mal camino.

Como dice la frase cliché: todo riesgo es una oportunidad. Pavese llegó a la conclusión de que el artista que se mata es aquel que no logra interpretar su cáncer y se deja corroer por él. En cambio, quien sobrevive es el que se coloca por encima de su tragedia, y la reconstruye, la escribe. ¿Qué tal si en lugar de seguir insultándonos infantilmente, como diciendo “mi precipicio es menos peligroso que el tuyo”, tratamos de entendernos y enfrentar el problema conversando? Esta es la oportunidad que tenemos para construir lo que somos y lo que queremos ser como país a través de un diálogo. Si la aprovechamos, quizás podremos comenzar a tejer por fin una historia coherente que nos lleve al otro lado del abismo sin tener que caer en él.

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INDULTO ¿Puede imponerse una reconciliación?

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