"Entre la Hoja de Ruta y la Gran Transformación"

23 MAYO 2013   Semana Económica

Por Alfredo Torres.
 
A dos años de su triunfo en la segunda vuelta electoral, la ambigüedad política del presidente Humala empieza a afectar su credibilidad. 

A muchos empresarios el amago de compra de los activos de Repsol los hizo temer que volveríamos a “la Gran Transformación”. 

Este temor empresarial puede parecer exagerado si vemos que, en la otra orilla, muchos intelectuales de izquierda creen lo contrario. 

El sociólogo Alberto Adrianzén, por ejemplo, sostiene que Humala “abandonó el programa de la Gran Transformación y también la Hoja de Ruta”. 

El problema es que el temor empresarial afecta las decisiones de inversión y por ende, al crecimiento de la economía.

La opinión pública, por su parte, también anda algo confundida: según la última encuesta de Ipsos Perú, en una escala de diez puntos, el 36% ubica a Humala en la izquierda, el 39% en el centro y el 23% en la derecha. 

La percepción promedio es 4.9, muy cerca del centro. 

Claro que su imagen luce más izquierdista si se compara con la percepción promedio de Alan García (6.5), Keiko Fujimori (6.4) y Alejandro Toledo (6.3). 

Sólo a Nadine Heredia (5.0) se le ve más al centro.

La encuesta de Ipsos también revela que la perspectiva no es la misma desde Lima que desde el interior del país. 

Ante una pregunta específica sobre si el Presidente debería continuar con la Hoja de Ruta o volver al programa original de la Gran Transformación, la mayoría de limeños contesta que debería seguir la Hoja de Ruta. 

En el interior, en cambio, un sector significativo reclama el retorno a la Gran Transformación.

Entre las élites y sectores emergentes de la capital es evidente que se ha forjado lo que el politólogo Steven Levistsky denomina el Consenso de Lima, que se encuentra alrededor del modelo económico liberal vigente. 

Dicho consenso abarca a todas las fuerzas políticas que participaron en el gobierno durante las dos décadas previas, así como a la mayor parte de la prensa, la tecnocracia y, por supuesto, la comunidad empresarial, que ha sido dinámica protagonista del proceso de desarrollo en curso.

En el interior del país, en cambio, las ideas liberales siguen siendo minoritarias. 

Todavía hay amplios bolsones de la población que desconfían de la empresa privada y demandan un Estado más paternalista y controlista. 

Recordemos que, tanto en el 2006 como en el 2011, la mayor parte del interior del Perú votó por la propuesta más contestataria y que los candidatos favoritos de los limeños (Lourdes Flores, PPK) ni siquiera pasaron a la segunda vuelta.

Para Humala, que viaja mucho por el Perú a tomar contacto con la población, debe ser difícil mantenerse alejado del discurso populista que le suscitaba aplausos en sus tiempos de candidato. 

Por ello, es comprensible el temor que sienten algunos de que pueda en algún momento volver a sus planteamientos originales. 

Hasta el momento, sin embargo, cuando habla de la Gran Transformación se refiere a “darle oportunidad a los que nunca la tuvieron a través de la educación, la salud, los servicios de luz, agua y desagüe”, lo cual podría ser suscrito también por un político liberal.

No obstante, el riesgo que hoy enfrenta el Presidente es que su búsqueda por un punto medio entre la izquierda y la derecha lleve al país a un enfriamiento. 

El piloto automático no es suficiente para que la economía siga creciendo a buen ritmo: si el Presidente quiere impulsar el desarrollo y la transformación nacional, nada gana manteniéndose alejado de los empresarios; por el contrario, lo mejor que podría hacer es trabajar en conjunto con ellos para acelerar la inversión privada y, por consiguiente, la generación de empleo y el incremento de los recursos fiscales. 

La influyente Nadine Heredia parece estar en esa línea, pero a Humala todavía no se le ve convencido de que ese sea el mejor camino.

De la misma manera, es posible que al Presidente le preocupe que una mayor cercanía a los empresarios afecte su popularidad. 

La verdad es que lo contrario podría ser más cierto: un enfriamiento de la economía podría ser profundamente desmoralizante para la población. 

En todo caso, nadie le pide que se tome fotos con los grandes empresarios. 

De lo que se trata es que impulse a su gabinete a poner más energía en promover la inversión y a su bancada parlamentaria a no poner trabas a la empresa privada, motor del desarrollo.


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