¿Ecología o ideología?



Si algo está claro de la marcha por el agua es que en esta “el agua” no es más que un nombre que jura en vano un grupo…

Hoy se inicia la llamada “Marcha por el Agua” que han organizado los dirigentes cajamarquinos opuestos al proyecto minero Conga.

El propósito de la marcha –por el agua– parece loable e, incluso, emocionante. ¿Qué cosa más inspiradora, después de todo, que defender el líquido que nos da vida a los hombres y a la tierra?

Hasta que uno ve las cifras y se vuelve evidente que en esta marcha la escasez del agua no es más que un fantoche que se agita para movilizar a quienes, por el lamentable pasado de nuestra minería, están entendiblemente predispuestos a desconfiar del sector.

En otras palabras, que acá no se está intentando una defensa sino un ataque. Un ataque, concretamente, a ese “continuismo neoliberal” que, en un valioso lapsus, Gregorio Santos declaró había que aprovechar Conga para detener.

Según las cifras de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), en Cajamarca la minería no usa ni el 2% del agua disponible.

Y no es que ese 2% sea justamente la parte que falta para que el agua alcance a las comunidades y a la misma ciudad de Cajamarca, que tiene problemas de abastecimiento. De los 10.460 millones de metros cúbicos disponibles cada año en la región, esta solo utiliza 2.113 millones.

Es decir, el 20%.

Afirmar que la minería es la culpable de la escasez del agua en Cajamarca es, pues, una arbitrariedad como cualquier otra.
Si los señores Arana, Santos y Saavedra en realidad estuviesen preocupados por el agua, contra quien tendrían que marchar, en lo que toca al problema del abastecimiento de la capital regional, es contra la empresa estatal que no ha ampliado su capacidad en los largos años en que la ciudad no ha dejado de crecer y enriquecerse (demostrablemente).

Y en lo que toca al resto de Cajamarca, contra el gobierno regional, que tiene dormidos ni más ni menos que 11 proyectos relacionados con el agua, pese a tener sus expedientes técnicos ya aprobados por el ANA y pese a no haber podido ejecutar en los últimos cinco años la obscena cifra de 1.230 millones de soles (alrededor del 85% del dinero que tuvo disponible gracias al canon de las mineras).

Pero claro, también es verdad que tiene sentido que el señor Santos no marche contra el gobierno regional, porque él lo preside.

Es más práctico decir que la culpa es de las mineras y, por qué no, del “continuismo neoliberal”.

Eso, y blindarse contra cualquier posible futuro desenmascaramiento diciendo que no importa lo que diga un eventual peritaje técnico internacional, porque cambiar de lugar unas lagunas supondría ponernos “al nivel de Dios”.

No queremos ni pensar en lo que diría el señor Santos si supiese que ya en los años treinta fue posible desviar uno de los ríos más caudalosos del mundo y crear una laguna de 35 kilómetros cúbicos para hacer la represa Hoover e irrigar, hasta hoy, buena parte de siete estados del sudoeste americano.
Si algo está claro de la marcha por el agua es que en esta “el agua” no es más que un nombre que jura en vano un grupo que, no nos cansaremos de decirlo, está prostituyendo la causa del medio ambiente para imponer por la fuerza unos intereses ideológicos con los que no pudieron convencer en democracia.

Un uso instrumental de la ecología que tendría que indignar, antes que a nadie, a quienes creen de veras en ella.

EDITORIAL
EL COMERCIO                            Miércoles 01 de febrero de 2012

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