Receta para dejar de crear Frankensteins

EDITORIAL
EL COMERCIO                           Jueves 02 de febrero de 2012


No tenemos cómo lograr que nuestros representantes se comporten como queremos si primero no los hacemos efectivamente nuestros…
Nuestro sistema de representación parlamentaria tiene un problema: no arroja resultados que nos representen. Según las encuestas, el Congreso demora menos de 4 meses de elegido para que el 75% de nosotros lo desapruebe. Y, claro, con lo rápido que surgen los ‘comeoros’ y las ‘robacables’, los que abandonan sus banderas anticorrupción por intereses políticos, los que empujan leyes con nombres propios y los que ‘han leído “Los perros hambrientos” de Vargas Llosa’, lo sorprendente sería que la decepción demorase más. Nuestros representantes se vuelven nuestros Frankensteins a la velocidad del rayo.
El problema es de estructura y tiene mucho que ver con el mal diseño de nuestro sistema de representación.
En un saludable intento por remediar esto, el JNE acaba de proponer una reforma de la ley de partidos para atacar el problema de la falta de institucionalidad. Así, el JNE plantea que los partidos requieran para inscribirse un número alto de militantes, subir la valla electoral y eliminar el voto preferencial.
Bienintencionadas como estas propuestas son, dejan sin abordar el problema de fondo, condenándose a funcionar solo como nuevos parches para una llanta que seguirá desinflándose.
Actualmente elegimos a nuestros representantes vía un sistema proporcional de distritos departamentales. Así, en cada caso,cientos de miles eligen a varios representantes entre un número abrumador de opciones. En las últimas elecciones 26 circunscripciones escogieron entre el inverosímil número de 1.518 candidatos.
De esto se deducen dos razones que explican que elijamos persistentemente a quienes nos traicionan. La primera: elegimos a quienes no conocemos. La segunda: nuestros representantes saben que lo son colectivamente y de un grupo suficientemente grande y disperso (6 millones de electores, en el caso de los 36 congresistas limeños), como para que nadie les esté siguiendo de cerca la pista.
Necesitamos que sean grupos más pequeños los que elijan y que cada uno elija solo a un representante por mayoría. De esta forma, por un lado, se reducirían los candidatos entre los que cada circunscripción tendría que escoger al número de partidos en carrera. Al mismo tiempo, considerando que la idea sería que solo partidos nacionales puedan presentarse en cada circunscripción, se incentivaría que estos partidos sean menos: el sistema uninominal vuelve la elección en un todo o nada que solo estimula a participar a los que tienen alguna opción de ganar el todo. El resultado evidente es que sería mucho más fácil para los electores de cada circunscripción conocer y estudiar a las opciones que tienen al frente. Por otro lado, también tendrían muchos más incentivos para seguir de cerca y exigir cuentas de la actuación de su único representante.
Hay más ventajas que traería este cambio. Por ejemplo, a menor número de partidos, mayor tendencia natural tiene la política hacia la estabilidad de largo plazo y la cooperación multipartidaria.
La solución de nuestra crisis de representatividad, luego, pasa por crear un sentido de pertenencia entre electores y elegidos, lo que, a su vez, implica reducir el número de ambos. No tenemos cómo lograr que nuestros representantes se comporten como queremos si primero no los hacemos efectivamente nuestros.

No hay comentarios.:

INDULTO ¿Puede imponerse una reconciliación?

https://peru21.pe/mechain/milagro-evolucion-390912?href=tepuedeinteresar --------------------------------------------------------------...