"INDIGNADOS" crecen en la región...

 Sábado 31 de marzo de 2012       Diario La Tercera de Chile         Reportajes
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"Las protestas de Chile se van a replicar en la región"

El editor de América Latina del semanario The Economist, Michael Reid, llegó a Santiago para intentar explicarse qué ha sucedido en el país en los últimos meses. 

Cree que Piñera no está haciendo un mal gobierno, pero considera peligroso que las frustraciones crezcan sin respuesta. 

"Cuando hay una clase media nueva, que tiene altas exigencias y expectativas, las manifestaciones sociales son ineludibles".

por Rocío Montes

LA relación entre Michael Reid (Guildford, 1952) y Latinoamérica empezó hace 30 años. 

Como corresponsal para The Guardian, y luego para la BBC, comenzó en 1982 a viajar a la región y a estudiar sus peculiariedades. 

Vivió en Brasil, México y Perú. 

Hoy en día, como editor para las Américas del semanario inglés The Economist, cargo que ejerce desde 1999, es uno de los analistas que mejor conoce la realidad del subcontinente. 

Autor de El continente olvidado. 

La lucha por el alma de América Latina (Ed. Norma), defiende el camino del reformismo democrático por sobre el populismo.


La entrevista se realiza en el hall de un hotel de Avenida Apoquindo, en la última hora de la visita de cuatro días que realizó a Santiago la semana pasada. 

Tuvo una agenda intensa y se entrevistó con ministros, dirigentes de la Concertación, economistas, columnistas de medios de comunicación, académicos, estudiantes anónimos y dirigentes universitarios. 

"Pero no con Camila Vallejo, que no quiso recibirme", aclara el periodista que, sin almorzar por falta de tiempo, apurado toma té y come algunos frutos secos. 

"La última vez que estuve en Santiago fue en agosto de 2009, en un momento bastante distinto. 

En plena recesión económica mundial, en invierno y en un momento preelectoral. 

Ahora regresé en el verano, después del año de los descontentos. 

Y vine precisamente para responderme la siguiente pregunta: ¿Qué diablos pasa en Chile?", relata Michael Reid.

¿Y qué cree usted que ocurre? ¿Cómo se explica los buenos índices económicos en paralelo a protestas sociales?

Desde lejos es difícil entender las razones de las movilizaciones grandes, sostenidas y con tanto apoyo popular, según las encuestas. 

Pero desde cerca, es mucho más fácil comprenderlo. 

Pienso que lo que ha sucedido en Chile es consecuencia de 20 años de crecimiento y de éxito en el campo económico, lo que ha producido una sociedad mucho más exigente, mucho menos pobre y con una importante aspiración de movilidad, que la gente quiere conseguir a través de la educación. 

El problema es que la educación es muy cara y de mala calidad, lo que representa una barrera para el ascenso. 

Ese cuadro se suma a un factor generacional. 

Los estudiantes solamente han conocido la democracia y, por lo tanto, no tienen miedo. 

Lo que demuestra este fenómeno es que la sociedad chilena está exigiendo mucho más de sus gobiernos que antes y que el país es hoy mucho más sofisticado.

¿La indignación chilena es entonces una consecuencia ineludible del camino hacia el desarrollo? ¿Usted no le otorga responsabilidad a la clase política?

Hay un par de factores específicos que explican que el estallido social se haya producido en Chile. 

El primero es que en este país se escogió movilizar al sector privado para proveer servicios públicos con el fin de poder masificar la educación superior en forma muy rápida. 

El segundo, es que en Chile las elites políticas y empresariales son bastante cerradas, y los chilenos tienen la sensación de que el país está manejado por un grupo pequeño y bastante impenetrable. 

Sin embargo, y por eso decidí visitar el país, pienso que las protestas masivas de Chile se van a replicar en el resto de la región. 

Por lo menos en los países que están en una senda de progreso sostenido, como Brasil, Colombia, Perú y, tal vez, México. 

En ese sentido, las manifestaciones sociales son ineludibles.

¿Cree que las protestas chilenas marcaron el camino de otros países latinoamericanos? ¿Hay peligro de movilizaciones en otras zonas de la región?

Aunque los desórdenes siempre son un problema, no lo veo necesariamente peligroso. 

Sería peligroso si se permite que las frustraciones de esa clase media crezcan sin respuesta. 

Pero, efectivamente, en la medida en que un país tiene progreso social, de clases medias empoderadas y con mayores expectativas, movilizados por los temas de la calidad de servicios públicos y la falta de igualdad de oportunidad, tarde o temprano va a tener que enfrentar este fenómeno de las protestas masivas. 

De hecho, alguien del gobierno chileno me comentó que el Presidente Juan Manuel Santos, cuando visitó Chile, tuvo el mismo diagnóstico y dijo: "Esto es el futuro que le espera a Colombia". 

Yo creo que tiene razón.

¿A qué se refiere con los peligros de no controlar las frustraciones? ¿Qué cree que está en juego?

Si se permite que crezcan sin respuestas las frustraciones de la clase media, Chile corre el peligro de descarrilarse hacia un tipo de populismo. 

Y, aunque algunas de las demandas del movimiento son demagógicas, el sistema político tiene que enfrentarlas tarde o temprano, y es mejor que se reaccione ahora. 

Porque Chile, dentro de todo esto, ha hecho las cosas muy bien. Ha tenido un rumbo bastante claro en los últimos 20 años. 

Y una de las cuestiones que me preguntaba antes de venir era, justamente, si lo ocurrido en los últimos meses iba a hacer que el país profundizara el camino que se ha seguido o si, por el contrario, haría que se descarrile. 

Mi conclusión es que todavía está a tiempo para hacer los cambios necesarios en forma racional, consensuada y específica.

¿Por qué cree que algunas peticiones de los estudiantes son demagógicas?

La idea de que la educación sea completamente gratuita es demagógica, porque nada es gratuito en este mundo, el tema es quién lo paga. 

Ellos piden que la educación sea gratuita para los usuarios y, dentro de todo, los usuarios son un grupo relativamente privilegiado dentro del país, aunque hoy en día sea un segmento grande. 

Sin embargo, la educación es un bien público, entonces se justifica que el gasto sea compartido entre contribuyentes y el usuario. 

Uno ha visto en varios lugares de América Latina, además, que se levantan demandas por asambleas constituyentes para refundar el país. Y eso me da escalofríos. 

En muchas ocasiones son maniobras para que un grupo determinado llegue al poder y para crear los mecanismos para mantenerlo en forma permanente.

¿Eso puede suceder en Chile?

No estoy diciendo que eso vaya a pasar en Chile, pero sería mucho mejor un cambio paulatino y evolutivo de la Constitución, con el objetivo de quitar los rezagos antidemocráticos. 

Una asamblea constituyente introduciría mucha incertidumbre y no tengo duda de que tendría un costo económico bastante significativo. 

Por lo demás, Chile no necesita ser refundado, necesita seguir haciendo modificaciones para llegar a ser una democracia desarrollada y próspera y con igualdad de oportunidades para todos. Y, para lograrlo, se necesitan reformas y no una revolución constitucional, como lo hemos visto en Venezuela, Bolivia, Ecuador.

¿Cree necesario cambiar el sistema electoral en Chile?

El sistema electoral dio prioridad a la estabilidad frente a la representación. 

En estos momentos, sin embargo, la ciudadanía demanda más representación, aunque creo que tampoco debiera perderse del todo la estabilidad. 

La cuestión, entonces, es buscar un sistema que combine las dos cosas. 

Y me parece sumamente extraño que no haya un debate más organizado en la sociedad chilena sobre las alternativas.

Usted sostuvo encuentros con diversas autoridades del gobierno y de la oposición. ¿A qué atribuye la baja popularidad de la clase política chilena?

Por el lado del gobierno es relativamente fácil de explicar. 

Pienso que el Presidente Piñera ha resultado ser mejor empresario que político. 

No cae bien a los chilenos, no es simpático. Pero, al mismo tiempo, varios de sus ministros tienen tasas de aprobación bastantes altas. Y eso es importante. 

Para mí, es más difícil entender por qué la Concertación ha caído en una desaprobación tan profunda si, a grosso modo, al comparar a Chile con el resto de la región, la Concertación hizo las cosas bastante bien. 

Y ese fenómeno lo atribuyo a la falta de renovación. 

El hecho de escoger un candidato presidencial como Eduardo Frei en las últimas presidenciales, más allá de sus méritos personales, fue una admisión pública de que no tenían capacidad de renovarse. 

Y con la oposición se da el fenómeno opuesto del gobierno: Michelle Bachelet es una figura muy popular, cae muy bien, pero el resto de la Concertación, no.

¿Cree que el problema del gobierno es de empatía?

Es que es difícil decir que Piñera ha hecho un mal gobierno, cuando la economía ha seguido creciendo fuertemente, se ha creado mucho empleo y cuando el esfuerzo por la reconstrucción ha sido en términos relativos bastante eficaz, si se compara con lo que hizo Perú después del último terremoto. 

Pienso que se han tomado algunas medidas importantes, como, por ejemplo, el proyecto de ley sobre carrera docente. Es verdad que se necesita gastar más en educación, pero también es cierto que para tener una educación de mejor calidad hay que tener mejores maestros. 

Es clave que haya incentivos para que mejoren su desempeño. 

El ingreso ético familiar me parece también muy interesante y vamos a ver cómo funciona en la práctica. 

Ahora, donde sí pienso que hubo fallas, por lo menos al comienzo, fue con el conflicto estudiantil. 

El gobierno reaccionó tardía y torpemente, perdió tiempo y se desgastó mucho.

Usted estuvo en el país justamente en una semana donde estuvo álgido el conflicto de la Región de Aysén.

Me parece interesante, porque se asemeja mucho al estado normal de las cosas en el Perú, donde muchas poblaciones remotas toman ese tipo de acciones porque sienten que el sistema político no les sirve para satisfacer sus demandas. 

Y en el caso de Chile, hay un efecto demostración, ya que ven que los estudiantes consiguen cosas porque están en la calle. 

También hay otro factor: en la medida en que el país se hace más rico, menos pobre, más exigente, nace una demanda para mejorar la conectividad. Chile va a tener que gastar más en infraestructura y, probablemente, gran parte de ese gasto va a tener que ser público, ya que no va a ser rentable para el inversionista privado. 

Por otro lado, es evidente que hay una demanda para más descentralización. Y es otro gran desafío.

¿Con qué sensación se va de Chile respecto de la continuidad de las movilizaciones sociales en 2012?

Muchos estudiantes pasaron su verano estudiando y no quieren repetir esa experiencia. 

Además, al menos parcialmente, el gobierno ha tomado algunas medidas frente al movimiento estudiantil. 

Me parecen importantes, pero incompletas. 

Y vamos a ver si van a lograr apaciguar un poco el ambiente. 

Supongo que en la medida en que se acerca la próxima elección, la gente se va a interesar más positivamente en la política.

¿Cómo observa que será la próxima presidencial?

Dependerá, primero, de si Michelle Bachelet decide ser candidata. 

Pero, en ese caso, creo que la Alianza también tiene buenas cartas. Es decir, va a ser una elección muy competitiva. 

En segundo lugar, creo que la gran pregunta es que si ella, en el caso de aceptar postularse a la reelección, va a lanzarse con la idea de hacer un traspaso del poder dentro de la Concertación hacia una dirigencia menor. 

Y si la dejarán. Si no se lleva a cabo un proceso de renovación, el bloque va a terminar como el partido Demócrata Cristiano italiano, que se transformó un grupo gerontocrático, que en ese caso, además, era corrupto.

¿De qué trata el libro sobre Brasil que está preparando?

Intenta explicar por qué ha surgido Brasil, de dónde viene, qué tipo de país es, y si este surgimiento es duradero o va a ser como Argentina hace un siglo. 

Yo creo que no, pero la pregunta es válida.




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