"El largo camino de Perú a La Haya" vista x Chile




http://diario.latercera.com/2014/01/25/01/contenido/reportajes/25-156457-9-el-largo-camino-de-peru-a-la-haya.shtml     
por Alejandro Tapia, desde Lima; Jaime Pinochet y Hernán López.

La demanda marítima peruana comenzó a gestarse a mediados de los 80, en un proceso repleto de impasses, reuniones secretas, situaciones incómodas y declaraciones de alto nivel. 

Sus protagonistas recuerdan pasajes desconocidos de este largo proceso que concluirá el lunes, con la lectura del fallo.

   
  
Junio de 1985
Alan García acababa de ser electo presidente, el más joven en la historia de Perú con sólo 35 años, y como todas las mañanas, recibió en su casa la visita de su jefe de campaña, Hugo Otero. 

A primera hora del día, ambos solían analizar la prensa y también los planes para el cambio de mando de julio. “Presidente, ahora podemos ver las cosas con más calma porque ya ganamos”, le dijo Otero, quien en 2006 se convertiría en embajador de Perú en Chile. 

“¡Qué tranquilidad, Hugo! ¡Qué tranquilidad! No hay ninguna tranquilidad. 

Tienes que irte a Chile ahorita”, replicó García.

“¿Pero cómo?”, le preguntó Otero. 

“Tú has sido exiliado aprista en Chile”, dijo García, según recuerda el diplomático a Reportajes. 

“Tienes familia allá. 

Tus hermanos son chilenos. 

Has estudiado allá. 

Tienes amigos allá. 

Tú incluso hasta piensas como chileno. 

Anda a hablar con Pinochet”, agregó el mandatario con seguridad. 

“Pero cómo voy a hablar con Pinochet, si mis amigos están siendo perseguidos y son socialistas”, replicó Otero. 

“No, hay que ir a Chile porque a pesar de que somos de signos diferentes y opuestos en lo político, debemos tener una relación responsable con los chilenos”, concluyó el presidente electo, con un tono seco y mucha convicción.

El propio Otero recuerda que García le dijo que, además de la propuesta de relaciones cordiales, en su maletín a Santiago debía llevar una petición secreta.

Se trataba nada menos que de la vieja reivindicación limítrofe de Perú. 

“Entonces me reuní a solas con Pinochet en La Moneda y le propuse que resolviéramos los temas de la delimitación marítima”, rememora Otero. 

“Esta fue la primera propuesta que hicimos a Chile”, cuenta el enviado de García a Reportajes. 

Según dice, Pinochet respondió que sí, que se podía conversar. 

Y acto seguido, le dijo a Otero que hablara con el canciller Jaime del Valle. 

Tanto Otero como García entendieron que el gobernante chileno les había dado una señal importante. 

Y así comenzó el largo camino de la demanda marítima peruana que terminó casi 30 años después, en La Haya, tras una trama muy compleja, repleta de situaciones incómodas e impasses con Chile.

Cita secreta en La Moneda

Tras el viaje informal de Otero, el Presidente García envió a Chile a su canciller, Allan Wagner, y a una comitiva de su más absoluta confianza, encabezada por José Miguel Bákula. 

Este diplomático había sido director de Fronteras en la Cancillería, director de la Academia Diplomática y vicecanciller a comienzos de los 60. 

La estrategia del gobierno del líder aprista era plantear el tema de la demanda marítima de manera concreta y oficial.

En mayo de 1986, Bákula fue recibido por Del Valle, en el Ministerio de Relaciones Exteriores en Santiago. 

El canciller chileno pensaba que sólo se trataba de una visita de rutina. Bákula, entonces, le expuso las razones y los fundamentos de por qué Perú quería discutir los límites. 

Del Valle le pidió a Bákula que dejara todo por escrito en un memorando. 

Cinco meses después aterrizó en Santiago el jurista Roberto Mac Lean. 

Este funcionario tenía varios primos chilenos en segundo grado y uno de ellos lo fue a recibir a Pudahuel. 

Cuando MacLean se encontró con su familiar se dieron un abrazo y los periodistas presentes comentaron que las nuevas relaciones Chile/Perú no podrían haber partido mejor. 

“Nos fotografiaron. 

Incluso fueron a recibirme mis primas y yo estaba deslumbrado con ellas”, recuerda MacLean.

Todo iba viento en popa, ese 7 de septiembre de 1986. 

“Pero ese mismo día ocurrió el atentado contra Pinochet y al día siguiente no figuré ni en los breves de los periódicos. 

Posteriormente, tomé desayuno con Pinochet en La Moneda”, dice este abogado, actual miembro del equipo jurídico peruano en La Haya. 

A esas alturas, Perú había conseguido su objetivo, ya que el “memorándum Bákula” quedó por escrito y se transformó en un hecho clave, ya que dejó por sentada la posición peruana y la intención de llegar a un acuerdo para fijar los límites marítimos. 

El silencio de Del Valle fue presentado como una aceptación del diferendo. 

Una jugada similar haría, años más tarde, el canciller Manuel Rodríguez Cuadros con su par chileno Ignacio Walker.

"El Chino" y el Tratado del 29

Cuando Alberto Fujimori asumió la Presidencia de Perú en 1990 era todo un desconocido y se enfocó rápidamente en asuntos internos. 

Pero en 1999, el gobierno de “el Chino” firmó el acta de implementación del Tratado de 1929 con su par, Eduardo Frei. 

En ese momento se generó, por ambos lados, un ambiente de entendimiento mutuo e incluso, las autoridades peruanas dieron a entender que todos los asuntos limítrofes estaban solucionados. 

Hubo festejos en Santiago y Lima. 

Era el inicio de una nueva era en la siempre compleja relación bilateral.

La situación, sin embargo, daría un giro a fines del 2000, en la misma época en que el régimen de Fujimori comenzaba a caerse a pedazos por los escándalos de corrupción de Vladimiro Montesinos.

En ese clima, el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada chilena publicó una carta de navegación con el trazo de una línea de base marítima a partir del Hito 1. 

Ese mapa fue inscrito posteriormente en Naciones Unidas por el entonces Presidente Ricardo Lagos, en septiembre del 2000. 

“Hice lo que Chile debió hacer hace mucho tiempo (...). 

Yo sabía que eso me iba a enredar las relaciones con Perú”, recordó el ex mandatario a Reportajes. 

La respuesta limeña fue inmediata. 

El canciller peruano, Fernando de Trazegines, envió una nota de protesta en la que citó el informe Bákula. 

La respuesta chilena llegó en noviembre de ese año, cuando asumía de manera interina Valentín Paniagua.

Las cosas comenzaron a complicarse a comienzos del 2001, en plena campaña peruana en la que Alejandro Toledo era el favorito. 

En marzo de ese año, Chile instaló una caseta de vigilancia al sur del Hito 1, próxima a una zona que ambas partes habían establecido como una zona desmilitarizada. 

El hecho encendió las alarmas en La Moneda e indignó a Lagos. 

“La caseta se puso en esa nueva posición, donde había una playita abajo para tener un mejor control, dado que ahí detectamos contrabando de locos por cocaína peruana”, señaló el almirante (R) Jorge Arancibia. 

“El (Lagos) me manifestó su malestar y bueno, como dos personas adultas, seguimos cada una en sus funciones”, agrega.

Aunque el hoy embajador prefiere bajar el perfil, el episodio originó un duro impasse entre el entonces comandante en jefe de la Armada y Lagos. 

De hecho, el ex presidente dijo que fue un episodio “muy poco feliz” y que provocó una discusión “muy fuerte” en La Moneda.

La jugada del "Torvo"

Toledo intentó frenar el tema de la demanda marítima para no abrir un nuevo frente de conflicto, pero a esas alturas, Torre Tagle analizaba el asunto de los límites marítimos. 

En reemplazo de Allan Wagner (en su segundo período como canciller) asumió Manuel Rodríguez Cuadros, conocido como “el Torvo”, por sus posiciones cambiantes. 

El diplomático pretendía llevar el caso hasta las últimas instancias, aunque su modus operandi inicial fue intentar convencer al gobierno chileno de resolver el tema de forma conjunta, a lo que Chile no accedió. 

En 2002, el canciller peruano incluso le dijo a Cristián Barros que debían tratar un “tema pendiente”, a lo que el embajador se negó.

El 19 de julio de 2004, Rodríguez Cuadros envió a Santiago una nota de una página y media (menos de mil palabras), en la que solicitaba negociaciones bilaterales para solucionar el conflicto. 

La Cancillería peruana sabía que esto sería rechazado por el gobierno chileno, pero aquello abriría el camino para una instancia judicial más alta: La Haya.

La canciller Soledad Alvear argumentó que Chile reconocía los tratados de 1952 y 1954, entendidos meramente como un acuerdo pesquero por parte de Perú. 

Poco después, Alvear renunció a su cargo por su precandidatura presencial y en su reemplazo asumió Ignacio Walker. 

Según la versión peruana, en noviembre de 2004, durante una cumbre en Río de Janeiro, Rodríguez Cuadros logró convencer a Walker para que suscribiera una declaración en la cual se hacía referencia a la existencia de una controversia. 

“La delimitación marítima entre ambos países, respecto del cual tenemos posiciones distintas, es una cuestión de naturaleza jurídica y que constituye estrictamente un asunto bilateral”, dice el texto.

Para Perú esto fue un avance en su demanda. Walker, sin embargo, niega tajantemente que haya sido parte de una maniobra -los términos de ese documento, según fuentes del gobierno de esa época, van en línea con la posición adoptada por Chile en el diferendo desde un comienzo- y acusa a Rodríguez Cuadros de tergiversar los términos de esa declaración. 

El hoy senador DC califica la interpretación difundida por Torre Tagle en 2004 como una “fantasía en Do menor”.

Mientras Toledo bajaba en las encuestas, la demanda marítima comenzaba a tomar forma. 

En noviembre de 2005, en un hecho histórico, el Congreso peruano aprobó la ley de línea de base, por 98 votos a favor y ninguno en contra. 

Al final de la votación hubo aplausos y varios congresistas no escondieron su emoción. 

Así, Perú fijó la proyección de sus 200 millas marítimas y los límites de éstas. 

En esa misma semana, Rodríguez Cuadros dio una entrevista a La Tercera en el acomodado barrio de San Isidro en Lima, en la que dijo: “Perú está dispuesto a llevar el tema marítimo a La Haya”. 

Chile, como era de esperar, envió una nota de protesta.

La aprobación de la ley fue seguida muy de cerca por Lagos. 

Ese día, según recuerda él mismo, citó a su despacho en La Moneda a los embajadores de Reino Unido y Estados Unidos, para comunicarles que la acción peruana era un hecho “muy grave” para Chile. 

“Les dije que Chile había ordenado defender el paralelo a la Armada”, sostuvo a Reportajes.

A pesar de ello, casi al finalizar el gobierno de Toledo, el canciller Rodríguez Cuadros planteó en el consejo de gabinete la posibilidad de entablar la demanda contra Chile. 

Según la versión del ex canciller José Antonio García Belaúnde, Toledo no lo autorizó.

Las cuerdas separadas

El 2006 arrancó en Perú con el nuevo triunfo en las urnas de Alan García, pese a su descrédito por la desastrosa gestión económica de su primer gobierno. 

García, hábil político, envió una serie de señales a Chile, advirtiendo que quería gobernar al estilo de la Concertación, además de elogiar a figuras como Patricio Aylwin. 

“Vamos a recuperar el sitio que con inteligencia Chile nos ha quitado”, afirmó García en una entrevista con La Tercera días después de las elecciones. 

Durante un viaje a Santiago como presidente electo, se reunió con Michelle Bachelet, a quien le dijo: “Michelle, ten la certeza de que el tema (de la demanda marítima) no saldrá de la gaveta del escritorio”, según coinciden varias autoridades de la época.

José García Belaúnde, el canciller de García, recuerda que “el objetivo del viaje era recuperar una dinámica en la relación bilateral que se había deteriorado al final de los gobiernos de Toledo y Lagos, que provocó la advertencia que había hecho el canciller Rodríguez Cuadros de demandar a Chile. 

En ese viaje, García no quería tomar el tema de La Haya, pero al ser consultado por algunos periodistas en el lobby del Sheraton, el presidente electo habló en ese momento de las cuerdas separadas. 

García pensaba que se podía abrir una negociación por el tema del mar.

Precisamente, en otra reunión, “Joselo” propuso que un tercer país (Estados Unidos) mediara, opción que fue desechada. 

Las autoridades chilenas solían comentar que los peruanos siempre sacaban el tema marítimo al final de las conversaciones, muchas veces como algo informal. 

“Desde la primera reunión con Foxley, nosotros planteamos la posibilidad de una negociación, pero no fue posible obtener la menor apertura del canciller Foxley sobre este tema. 

Era evidente que el tema le incomodaba. 

En nuestra primera reunión en Río discutimos el asunto a solas, pero a la segunda reunión, Foxley llegó con dos asesores”, señala García Belaúnde. 

Luego, sencillamente, dejaron de hablarse.

En 2007 hubo otro hecho que tensionó las relaciones y que un asesor de la Cancillería peruana califica como el punto clave que obligó a Perú a demandar a Chile ante La Haya. 

Este hecho fue la aprobación de la ley que creó la Región de Arica y Parinacota y que en la última fase de su tramitación introdujo una indicación que señalaba que esa nueva región limitaba al norte con el Hito 1.

“Lo más complicado para nosotros fue esa ley. 

Eso fue lo que obligó a Alan a demandar a Chile. 

Además, teníamos las protestas nacionalistas encima”, sostiene esa fuente. Isaac Humala, el padre del presidente, recuerda así ese momento: “Nosotros, los nacionalistas, estábamos dispuestos a ir con 100 mil hombres a la frontera. 

Eso fue una provocación de Chile”.

“Creo que hubo una permanente estrategia peruana de recuperar tierras con Chile”, replica un ex canciller chileno. 

Bachelet decidió entonces enviar a Lima a Ricardo Núñez, amigo personal de García, quien intentó convencer al presidente peruano de buscar una salida. 

Sin embargo, García no dio una respuesta clara y fue más bien evasivo. 

“Ese fue un intento serio por parte de la Presidenta Bachelet para generar todos los caminos que fueran convenientes o necesarios para evitar la presentación frente a la Corte de La Haya”, recuerda Núñez.

"Vamos a La Haya"

García le comunicó a su equipo que no podía aguantar más marchas nacionalistas y que el asunto no daba para más. 

“Vamos a La Haya”, dijo en ese momento el presidente aprista. 

Un ex asesor de García cuenta que Bachelet estaba muy molesta con la actitud de su par peruano. 

Finalmente, en enero de 2008, Perú demandó a Chile y la agenda política se fue directamente al congelador. 

En su demanda, Lima cuestionó la línea paralela en la frontera marítima, por lo que planteó que se debe utilizar una línea equidistante; un triángulo de aguas internacionales de 28.600 kilómetros cuadrados y que el límite no se mida desde el Hito 1, sino desde un punto 265 metros al sureste, que se transformaría en un triángulo terrestre.

Para empeorar aún más las cosas, en noviembre de ese año, se reveló un diálogo privado del jefe del Ejército peruano, general Edwin Donayre, en el que señalaba que los chilenos saldrían “en bolsas plásticas” de Perú. 

Bachelet telefoneó a García y éste le prometió que Donayre dejaría su cargo. 

Lo que no le dijo a la presidenta chilena era que el pase retiro no sería inmediato. 

En Santiago, el embajador Otero debió dar explicaciones y dijo que “nada ni nadie” interrumpiría la hermandad de ambos países. 

Las relaciones entre García y Bachelet se quebraron de manera dramática. 

Donayre, meses después y en una entrevista con La Tercera, no quiso desmentir ni aclarar su incendiaria declaración.

Mariano Fernández recuerda esos momentos particularmente difíciles: “Hubo una conversación entre Bachelet, García, García Belaúnde y yo, que fue muy tensa y que luego García Belaúnde la dio a conocer. 

En esa conversación, Alan García confesó que no había leído la memoria. 

Eso lo mantuvimos en secreto, pero él lo contó e incluso me atribuyó que yo dije cosas antipatria, lo que no es cierto”.

La carta de Humala

“Que la agenda del pasado, que nos divide, y la agenda del futuro, que nos une, corran por carriles separados”, dijo Sebastián Piñera en marzo de 2008. 

En ese momento era candidato, pero ya tenía decidido, como dijo cuando venció a Eduardo Frei en 2010, “que la agenda de futuro con Perú salga del refrigerador”. 

Piñera estimó en ese momento que una distensión en la relación bilateral ayudaría a controlar en el futuro los momentos más tensos del litigio. 

Incluso, el gobierno chileno fue más allá y condecoró a García en Santiago. 

Meses más tarde, Piñera hizo un brindis con pisco sour en el Palacio Pizarro. 

“¿De quién es el pisco”, preguntó Piñera, ante la mirada atónita de los presentes. 

“De quien se lo toma”, agregó, ante la carcajada del propio García.

En noviembre de 2010, durante la campaña electoral peruana para la sucesión de García, Piñera viajó a Lima y se reunió con Ollanta Humala en la casa del embajador Fabio Vio. Humala, en ese momento, marcaba apenas un 12% en las encuestas, pero su popularidad iba en ascenso. 

“Puedo ser el próximo presidente del Perú, por lo que deseo mantener buenas relaciones y un diálogo franco con usted”, le dijo Humala a Piñera.

Pero casi al final de la cita, Humala le entregó una carta al Presidente chileno, en la que le solicitaba que Chile pidiera perdón por los abusos cometidos por Chile durante la Guerra del Pacífico. 

A mediados de 2011, Humala viajó a Santiago como presidente electo, para confirmar el inicio de una suerte de nueva relación, a través de las famosas “cuerdas separadas”. 

En ese momento, el fallo de La Haya parecía algo muy lejano.

Fuente: Diario La Tercera de Chile.

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